La Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 sancionó el derecho a la expresión, madre de todos los derechos individuales. Y en la actualidad, la pandemia del coronavirus trajo como consecuencia un masivo uso de la tecnología que más allá de todos los beneficios que esto puede tener, estamos siendo testigos de cómo el periodismo como profesión se ha convertido en uno de los oficios más fáciles de imitar.
Desde hace un tiempo las posibilidades tecnológicas hacen que hoy en día cualquier persona publique contenido informativo. Desde diversos lugares, quien sea testigo de un hecho noticioso, y disponga de las herramientas tecnológicas para registrarlos en fotos o videos, puede difundir esa información y hacerla viral en internet. Incluso a veces haciendo circular “información falsa”.
Las nuevas plataformas y redes sociales, como los blogs, Twitter, Youtube e Instagram, entre otras, generan la sensación de que cualquiera puede cumplir el rol del periodista. De hecho en este tiempo de pandemia cada vez más son los que toman el papel de “entrevistadores” y utilizan las redes para trasmitir en vivo las charlas que producen.
¿Y todo esto cómo afecta a la profesión periodística? Indudablemente, el papel que tradicionalmente ha venido desempeñando el periodista se ve cualitativa y cuantitativamente transformado hasta cuestionarse hoy día quién puede ejercer esta profesión.
Los nuevos formatos están transformando la transmisión del mensaje y el periodista debe prepararse para ejercer su profesión en el nuevo hábitat si quiere diferenciarse de los pseudoperiodistas que avanzan por las redes. De hecho, se puede decir que los comunicadores hasta han perdido su protagonismo a favor de anónimos emisores que bajo la bandera del “periodismo ciudadano” se erigen en los nuevos transmisores de la comunicación, con todo lo que esto trae como consecuencia.
Pero creo que más allá de todo, la diferencia en el proceso de comunicación no se produce en el qué, sino en el cómo. Es decir, las redes se caracterizan por la cantidad de información sin filtrar qué aparece. Cualquiera puede utilizarla. El periodista solo se diferencia del resto con contenido de valor y siendo creíble. La mayoría de la gente utiliza la web para comunicarse, para compartir, pero no genera una noticia, con todo el trabajo que eso implica. Tener una “página o canal en una red social” no es “tener un medio de comunicación”. “Compartir la noticia” no es hacer un trabajo periodístico. Y es ahí donde la responsabilidad recae en las audiencias que deben ser cada vez más rigurosas al momento de elegir con quiénes informarse.
De manera tal que el periodismo profesional siempre va a tener lugar mientras se adecúe a los nuevos tiempos y se reinvente con el avance de las nuevas tecnologías.
Por otro lado “no hay periodistas buenos o periodistas malos”. Si bien pudo haber formación, detrás del título hay personas que eligen como desempeñar su tarea. Por lo tanto de nada sirve haber estudiado si en la práctica se lleva adelante un accionar que dista mucho de lo que significa “ser periodista”. A veces no es “lo que se hace” sino “lo que se genera al hacerlo”.
Celebro que existan aún aquellos que comunican información veraz, los que investigan, los que trabajan más que nada por vocación y no por auspiciantes, los que de alguna u otra forma con pasión, responsabilidad y compromiso, dejan huella….
Lic. Karina Vimonte – Doctoranda en Comunicación
Comunicadora Social- Técnica Universitaria en Periodismo
Coach Ontológico