En 2016, cuando fue citada a indagatoria por el juez Claudio Bonadío, en su primera aparición pública luego de dejar la presidencia, se paró ante un grupúsculo de militantes clamando: “Lo mismo pasó cuando derrotaron a Perón y Eva Perón. Ni que hablar de lo que fue la proscripción y los decretos que prohibían decir ‘Perón’. Estoy segura que si pudieran prohibir la letra K del abecedario lo harían”.
Cristina, en un país conmocionado por la pobreza, la inseguridad, el narcotráfico, la inflación,… en sus niveles más altos de los últimos 30 años, comete el grave error de priorizar sus propios problemas, sobre el resto de las necesidades de los argentinos
Victimizarse le es útil sólo para que se hable de ella, no para que la voten, ni para que la justicia falle a su favor, de este modo Cristina termina siendo su propia víctima. La Vicepresidenta, haciendo de la victimización su principal activo político cree que está construyendo una especie de pase sanitario frente al virus de la corrupción.
La coreografiada “reaparición” pública del pasado 15 de septiembre encabezando un acto en el Senado rodeada de los “Curas Villeros”, y la alusión con voz sutilmente quebrada para referirse a su conversación telefónica con el Papa, aludiendo convenientemente -para su propio relato- que el Santo Padre le habría dicho que “los actos de odio y de violencia son precedidos por palabras de odio y violencia”, nos vuelve a ofrecer un montaje político que busca ubicarla en el centro del debate como víctima, a pesar de que es juzgada por actos de corrupción, sin hacerse cargo de ser la principal responsable del peor gobierno desde el retorno de la democracia en la Argentina.
CFK, siente que lidera el oficialismo, y se siente candidata presidencial para 2023, frente a un escenario judicial que no la favorece y sin prestar atención a las encuestas que muestran que a pesar de su victimización, sólo crece su imagen negativa.
Ocupada en su guerra contra el Poder Judicial nada dice de los problemas que “aplastan” al resto de los argentinos. No menciona la palabra “ajuste”. No habla de la pobreza generalizada, el flagelo del narcotráfico, la inseguridad, ni de las 9 provincias que combaten focos de incendio sin el más mínimo apoyo de su gobierno.
Lo más grave del asunto es la idiotez que permanentemente manifiestan sus lacayos cuando “amenazan” cantando “Vamos a volver”, estando ella en el gobierno. Cánticos disociados de la realidad que surgen de la garganta de un sector social permanentemente manipulado por la propia vicepresidenta y sus secuaces.
CFK cree que la derrota electoral del 2021 ha quedado en el cajón de los recuerdos, pero se equivoca. Toda su estrategia actual sólo es útil para sostener el relato frente a su militancia, un grupo cada día más reducido, que históricamente nada ha aportado socialmente.
Los argentinos estamos cansados de tanta hipocresía, ego exaltado y relato fantástico. ¿Qué quiere Cristina? ¿Pretende ser juzgada de manera diferente al resto de los ciudadanos? ¿Quiere un juicio o un plebiscito popular para dirimir si es inocente o culpable? La única solución posible a los problemas que aquejan a la vice es que se resuelvan las culpas y las inocencias en el lugar que corresponde conforme a nuestra Constitución, ante la Justicia. No hay otra opción.
La épica cristinista de “santificarla” ya está agotada, la victimización, su último recurso no va a servir para que el pueblo plebiscite su inocencia y su culpa, sólo define su situación la justicia, y ahí realmente está complicada.