Tras el vencimiento de los plazos para la implementación de la Ley de Etiquetado Frontal, las góndolas de los supermercados comienzan, de a poco, a poblarse de productos elaborados cuyos envases ostentan una –o varias– etiquetas negras con advertencias sobre lo saludable de su contenido. Ante esta novedad, un reciente estudio de consumo indagó acerca de cuáles son las primeras reacciones de los consumidores frente a la proliferación de sellos.
Ante la pregunta: ¿ya viste en las góndolas algún producto que compres habitualmente con los sellos de la ley?, seis de cada diez consumidores afirmaron que sí.
La presencia de las etiquetas negras comienza a influir en las decisiones de compras y en la elección del producto. El 24% de los consumidores ya no compra ciertos productos debido a la presencia de sellos.
Ante la pregunta: ¿qué categoría de alimentos dejaste de consumir debido a la presencia de etiquetas de advertencia? Las respuestas incluyeron panificados, galletitas dulces y lácteos.
El proceso de cambio está en plena transición, al menos llevará un año para que los consumidores entiendan claramente el significado de las etiquetas. Por otra parte, todavía falta que se sumen muchas empresas, especialmente las pymes, que cuentan con más tiempo para implementar el etiquetado.
El grupo menos propenso a abandonar un producto por sus sellos son los jóvenes, donde el principal factor a la hora de decidir qué comprar es el precio.
¿Los sellos sirven o no sirven?
En los países que lo aplican desde hace años las advertencias octogonales han tenido buenos resultados ya que las personas redujeron el consumo de productos con exceso de nutrientes críticos, lo que implicó un beneficio para su salud. Sin embargo los sellos funcionan como una advertencia, no educan. Si la ley no es acompañada de campañas de educación alimentaria poco pueden hacer por si solos las etiquetas.