Los endulzantes artificiales, desde hace tiempo, están en el centro del debate. Algunos especialistas desaconsejan enfáticamente su uso, mientras que otros señalan que un consumo moderado no podría generar un daño significativo a la salud. Esta semana, la Organización Mundial de la Salud (OMS) realizó una recomendación “condicional” en la que expresaron que el uso de edulcorantes en el largo plazo podría generar diabetes tipo 2, problemas cardiovasculares y no ayudan a perder peso.
Sin embargo, más allá de ese comunicado surgen algunos interrogantes. Los posibles efectos negativos, ¿están verdaderamente probados? ¿Existe una dosis que no represente un riesgo para el organismo? Y si una persona decidiera no consumir más endulzantes artificiales, ¿cómo los podría reemplazar?
Los resultados de un examen sistemático de las pruebas disponibles “sugieren que el uso de estos edulcorantes sin azúcar no confiere ningún beneficio a largo plazo en la reducción de la grasa corporal en adultos o niños. Además, pueden tener efectos indeseables potenciales relacionados con su uso a largo plazo, como un mayor riesgo de diabetes de tipo 2, enfermedades cardiovasculares y mortalidad en adultos”, se lee en el comunicado de la OMS.
“Hay múltiples estudios que han demostrado que los edulcorantes tienen un efecto negativo para la salud, ya sea en niños, adultos o mujeres embarazadas. Por supuesto, el peso corporal depende de muchos factores, hay variantes genéticas y otras que tienen que ver con los hábitos. Pero los edulcorantes provocan una inflamación de la microbiota intestinal que genera una activación en el sistema inmune y eso, de manera crónica, genera múltiples enfermedades. Hay una relación entre lo que comemos y tomamos y el sistema inmune. Un solo sobre de edulcorante ya inicia un proceso inflamatorio. Luego, cada uno puede hacer lo que quiera, pero me parece que es importante estar informados”, argumenta Jorge Dotto, médico genetista y autor del libro ¿Qué comemos?.
Por su parte, Brian Cavagnari, biólogo, pediatra e investigador, señala que cuando uno quiere establecer una relación causa efecto, por ejemplo, la relación entre la diabetes y los edulcorantes, es necesario hacer estudios específicos. Sin embargo, agrega que los estudios en los que se basó la OMS son “observaciones” que pueden mostrar una vinculación entre el endulzante y la enfermedad, pero no una relación directa.
“Por eso, la recomendación de la OMS es condicional, y no lo que llaman una recomendación fuerte. De todos modos los edulcorantes son una herramienta últil para consumir menos azúcar en una población que excede el consumo de azúcar recomendado”, describe Cavagnari.
Por su parte, Miguel Schiavone, jefe del servicio de Hipertensión Arterial del Hospital Británico, sostiene que los edulcorantes pueden ser usados durante un tiempo determinado para dejar atrás el excesivo consumo de azúcar, pero remarca que el cambio fundamental es cambiar los “hábitos del paladar”.
“Esta directriz de la OMS es en base a un metaanálisis donde se combinaban diversos estudios. Claramente el objetivo de esas indicaciones es que la gente tenga una dieta más saludable porque se ve que la tasa de obesidad mundial es excesiva. Se advierte que los edulcorantes no tienen un impacto en la pérdida de peso. Las personas lo que tienen que hacer es cambiar el hábito de su paladar, lo mismo pasa con la sal. La idea es acostumbrar al paladar a otro tipo de alimentos y no sustituirlos por otros artificiales. Muchos nutricionistas te dicen que los edulcorantes ayudan en el inicio del cambio para ir de a poco adaptando al paladar, pero no te lo dejan consumir durante un período prolongado”, argumenta Schiavone.
La nutricionista Lucila Rosso indica que el reemplazo del azúcar por endulzantes no calóricos puede ser una estrategia para reducir la ingesta de calorías diarias totales, en la búsqueda del descenso de peso. Sin embargo, lo que no está bien es el uso prolongado y excesivo.
Rosso destaca que los edulcorantes, al no aportar calorías (al igual que muchos otros productos procesados como gelatinas, gaseosas light, aderezos, caldos, entre otros), hace que muchos piensen –erróneamente– que pueden ser consumidos de forma indiscriminada como si no hubiera ningún riesgo en su consumo.
“Siempre tienen que consumirse con moderación. De hecho, ya hay varios estudios que demuestran cómo el consumo de los edulcorantes puede alterar de forma negativa a nuestra microbiota. Además, los edulcorantes aumentan nuestro umbral dulce, es decir, nuestra percepción del sabor”, advierte Rosso.
Dentro del universo de edulcorantes, Rosso remarca que la estevia es uno de los endulzantes no calóricos considerados como más saludables. “Si se la elige como edulcorante, lo ideal sería que sea líquida y que sea solo glucósido de esteviol en sus ingredientes”.
Para reemplazar el consumo de azúcar, Rosso describe que en su nueva guía, la OMS recomienda acostumbrarse a consumir alimentos sin dulzor o utilizar fuentes naturales de azúcar para endulzar, como frutas, frutas deshidratadas, hojas de estevia o extracto de vainilla o canela para dar mayor sabor.
¿Y la miel? “No es la idea dejar los edulcorantes y empezar a usar miel para endulzar. En definitiva, la miel es un tipo de azúcar y tiene por gramo casi las mismas calorías que el azúcar. La miel no da ningún tipo de saciedad y genera picos rápidos de glucosa porque se absorbe velozmente en sangre”, concluyó Rosso.