“La caja que me atribuyen es bastante más chiquita que la que vamos a usar cuando hagamos la revolución de las 3 T (tierra, techo y trabajo)”. Así, Juan Grabois reaccionó a la denuncia por la plata que gastó el fondo fiduciario que manejó durante el gobierno de Alberto Fernández.
La caja de la que habla el confidente del Papa es el FISU, Fondo de Integración Social Urbana. Caja, en política, es dinero para hacer política. Lo saben todos y Grabois también, más allá de que esté maquillada con otro fin, en este caso el de supuestamente urbanizar las villas que figuran en el Renabap.
Grabois dice que el FISU es una cajita «chiquita». Según un informe de sus propios militantes, ese fondo fiduciario gastó en los cuatro años de Alberto Fernández y Cristina Kirchner 1.244 millones de dólares.
La cajita de Grabois no fue algo fácil de armar. Muchos ministros de Alberto Fernández se intimidaron ante los miles de millones de pesos con los que contaba el FISU. $264.267 millones, para ser exactos.
Desde el vamos, María Eugenia Bielsa habría renunciado a su cargo de Ministra de Habitat para no quedar pegada en esas cuestiones. «Hay que reconocer que tuvimos un gobierno que robó, y mucho», se sinceró públicamente más tarde.
Máximo Kirchner fue mucho más que un diputado nacional en la estructura de poder del último gobierno peronista. Incluso en La Cámpora hay quienes lo ensalzaban llamándolo «arquitecto». Como lo hizo con Martín Insaurralde, el hijo de Cristina Kirchner fue clave para crear el FISU. Es decir, para colmarlo de recursos públicos, ya que allí entraba el 9% del Impuesto País y también otra tajada del Impuesto a la Grandes Fortunas. Ambos tributos fueron promovidos por el todavía presidente del PJ bonaerense.
Grabois no sólo hizo obras de vivienda. Si no que también invirtió fuerte en los campos, quizás una debilidad por su histórico enfrentamiento con el sector rural. En el documento figura la compra, en dólares cuando no había dólares, de extensas parcelas rurales para urbanizarlas y mudar allí a los habitantes de los barrios carenciados. No se conoce si, a pesar de la inversión, algún vecino de las zonas postergadas logró instalarse en esos lugares.
El FISU no sería FISU sin el BIFISA. Todo un trabalenguas. El BIFISA es manejado por Máximo Kirchner. Lo administra políticamente La Cámpora mendocina. La jefa, que no es jefa en el directorio pero es la que manda, se llama Anabel Sagasti. Una aguerrida militante cristinista, que nunca se cansa de juntar recursos públicos para quizás llegar (algún día) a gobernar Mendoza. La dicha se lo viene negando hace varios años, más allá de que plata de la política nunca le faltó. Su último fracaso fue en diciembre. Quedó lejos.
Algún día, quizás no tan tarde, se sabrá algo que ya casi todos saben: las millonarias comisiones que cobraba el BIFISA por esos US$ 1.200 millones que Máximo se regaló a sí mismo utilizando la sobreactuada sensibilidad social de Grabois.